Las condiciones actuales que atraviesa la nación debido a la pandemia del COVID-19, causada por el virus SARS-CoV-2, han prolongado la suspensión de eventos masivos ya casi tres meses, en una situación que no se había visto en el mundo occidental desde los tiempos de la fiebre española, a finales de la Primera Guerra Mundial.
Como es natural, la charrería, así como todos los deportes profesionales, han sufrido con la interrupción de sus actividades, muchas de ellas programadas para estas fechas, sean oficiales u amistosas, viéndose obligados los comités organizadores ya sea a suspender o cancelar las ediciones de sus eventos por el resto del año.
Las afectaciones debido a la contingencia sanitaria han alcanzado cotas sin precedentes en la vida pública mexicana, y la gran mayoría de la sociedad ha visto interrumpido su existencia normal, muchas veces cambiando su trabajo presencial por «teletrabajo», a distancia y desde casa, a través de la red internet. Un escenario similar se vive diariamente en todos los niveles de la educación.
Lo que, en principio, se implantó como el curso de acción inmediato de cara a la eventualidad, paulatinamente se ha convertido en la alternativa para mantener una apariencia de normalidad en las relaciones académicas, sociales y laborales.
Esto ha llegado incluso al deporte, aprovechando las posibilidades que otorgan los medios digitales (y, en su caso, los videojuegos), dando lugar a los torneos virtuales de fútbol (eLiga MX) y béisbol (eDerby de cuadrangulares) a fin de llenar los espacios designados por los medios de comunicación masiva para el ámbito deportivo profesional.
Sin embargo, la charrería adolece la ausencia de un juego de video que simule las acciones que acontecen en el lienzo, debido en gran medida a la dificultad intrínseca del deporte (tanto en su práctica como en su sistema de calificación) así como de interés de alguna empresa por llevar al mundo virtual nuestro arte ecuestre nacional.
En esta disyuntiva, la charrería encontró una solución en el seno de su propia complejidad. Al tratarse de un deporte que reúne diversas actividades (suertes) en una amplia competencia, escapa a los parámetros tradicionales establecidos entre las disciplinas de calificación, apreciación y votación (como el box, la gimnasia o el nado sincronizado), las de anotación (como las modalidades de fútbol, o el tenis) y de medición (como el atletismo o la natación), siendo realmente un híbrido de estos tres sistemas en que se basa el arbitraje deportivo.
En síntesis, en el caso de la modalidad tradicional de Equipos Charros, se trata de un deporte colectivo en lo general, pero que en la particularidad de cada suerte (excepto quizás la terna, aunque se juzga la oportunidad individual de cada lazador) se convierte en una actividad individual sin enfrentamiento, consiguiendo un puntaje que sumará a la calificación total del equipo al término de la charreada.
Precisamente este último punto permite el desarrollo de las actividades que ha venido fomentando José Antonio Salcedo López, con la finalidad de ofrecer actividad charra a través de internet. Hasta el momento se han celebrado dos pialaderos y un manganeadero a distancia, con una buena aceptación de los internautas (1,400 usuarios en el manganeadero).
El que cada charro pueda realizar, desde su lienzo (quienes posean uno o tengan posibilidad de usar las instalaciones), las suertes definidas bajo los parámetros establecidos, sin la necesidad de que todos los involucrados se encuentren presentes en el mismo escenario, requiere una buena planeación y ejecución, y hasta el momento esto es lo que se ha venido haciendo.
La inmediatez de las redes sociales, y la ventaja de la transmisión en vivo, generan la posibilidad de que los aficionados puedan ver actuar a varios de sus ídolos aún en las condiciones actuales, si bien se trata de acciones amistosas (podrían definirse como una «práctica calificada»), además de que está por incursionar en el sector femenil.
Dejando de lado el tema de la viabilidad de la reunión de personas para estas acciones (se requieren corraleros para el manejo de las yeguas, así como arreadores en el caso de las manganas, conjeturándose que se realizan con todas las precauciones necesarias debido a la contingencia sanitaria), destaca el compromiso de los charros participantes, quienes sabemos no han dejado de entrenar a lo largo de este prolongado periodo de inactividad.
Siendo suertes específicas las que realizan los charros en sus lugares de origen, con el ganado y las condiciones propias de cada uno, bajo la modalidad a distancia (y no virtual al no hacer uso de ningún simulador digital), se ve complicado el realizar una charreada completa en este formato ante la dificultad de coordinar numerosos competidores en diversos puntos geográficos.
En conclusión, es una iniciativa que se agradece para romper la monotonía tras dos meses de contingencia, y es un soplo de aire fresco ante la incertidumbre respecto al futuro de la inactividad que actualmente atraviesa el deporte nacional.